laboratorio LEEE

viernes, 28 de junio de 2013

CLARO DE LUNA


Por Patheny Buitrago

Una habitación blanca. En el centro, una cama doble con sábanas blancas, paredes blancas, una mesa de noche. Una lámpara, un Cristo de madera corroído por la humedad, un reloj de pared cansado de tanto andar. Piso rojo sin pulir, chanclas de caucho color marrón y un hombre en la habitación.

El reloj se acerca al 12 para anunciar las 6. La habitación es tan oscura que solo se alcanza a percibir una delgada línea de luz que se cuela por debajo de la puerta. A los pies de la cama hay un traje completo color negro en lino fino; camisa blanca, perfectamente placada, medias negras, zapatos de material, y finalmente toga de seda antigua y fina.
En el cajón de la mesita de noche se encuentra una biblia antigua y maltratada por el tiempo junto a un viejo rosario con piedras preciosas.El hombre tararea mientras se viste.


Hombres: “Ave maría, ave maría...” Otra perfecta mañana de domingo.
La habitación se ilumina, jardines floridos y húmedos, hojas cubiertas de rocío.
Mujer: Buenos días, padre, ya todo se encuentra listo.
Hombre: Gracias 
Continúa su camino.
Mujer: ¿Padre, será posible? ¿Será posible que hoy se atienda el llamado de la hermana Antonia?
Hombre: Ya veremos, ya veremos…
Mujer: ¡Padre! (Acercándose con cautela.) Es que está empeorando, por favor no permita que el tiempo dilate las cosas.
Hombre: Hermana, ¿por qué no me hace un favor y revisa las hostias?
La mujer agacha la cabeza y sigue su camino. El hombre antes de llegar a la salida se desvía por el corredor derecho y llega hasta el fondo. Toca la puerta.
Hombre: Hermana Antonia…¡Hermana Antonia! Por favor, abra la puerta, es necesario que la vea.
La mujer no responde. La puerta se abre sutilmente.
Hombre: Hermana, hermana…
Mujer2: Por favor, retírese. No es necesario que me vea,  ya es suficiente con que Dios lo sepa.
Hombre: Le recuerdo que soy el representante de nuestro Santo Padre, y la persona que encabeza este convento, así que es mi responsabilidad velar por su salud.
La mujer voltea su rostro hacia el hombre que agacha la cabeza evadiendo su mirada, no se ve su figura.
Mujer2: Padre, ¿es posible que crezca?
Hombre: No en este convento.
Mujer 2: No me haga eso, por favor, será un secreto.
Hombre: Bastantes secretos tenemos ya como para celebrar sus caprichos, conoce usted muy bien las reglas.
Mujer2: He pensado en algunos nombres.
Hombre: Por Dios, ¿qué dice? se ira de aquí en cuanto nazca.
Mujer 2: Nos iremos.
Hombre: Se irá él solo. Ya sabe cómo debe ser.
Mujer 2: Se llamará Jonás

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