Por Patheny Buitrago
Una habitación blanca. En el centro, una cama doble con sábanas
blancas, paredes blancas, una mesa de noche. Una lámpara, un Cristo de madera
corroído por la humedad, un reloj de pared cansado de tanto andar. Piso rojo sin
pulir, chanclas de caucho color marrón y un hombre en la habitación.
El reloj se acerca al 12 para anunciar las 6. La
habitación es tan oscura que solo se alcanza a percibir una delgada línea de
luz que se cuela por debajo de la puerta. A los pies de la cama hay un traje
completo color negro en lino fino; camisa blanca, perfectamente placada, medias
negras, zapatos de material, y finalmente toga de seda antigua y fina.
En el cajón de la mesita de noche se encuentra una biblia
antigua y maltratada por el tiempo junto a un viejo rosario con piedras
preciosas.El hombre tararea mientras se viste.
Hombres: “Ave maría,
ave maría...” Otra perfecta mañana de domingo.
La habitación se ilumina, jardines floridos y húmedos,
hojas cubiertas de rocío.
Mujer: Buenos
días, padre, ya todo se encuentra listo.
Hombre: Gracias
Continúa su camino.
Mujer: ¿Padre,
será posible? ¿Será posible que hoy se atienda el llamado de la hermana
Antonia?
Hombre: Ya
veremos, ya veremos…
Mujer: ¡Padre!
(Acercándose con cautela.) Es que está
empeorando, por favor no permita que el tiempo dilate las cosas.
Hombre: Hermana,
¿por qué no me hace un favor y revisa las hostias?
La mujer agacha la cabeza y sigue su camino. El hombre
antes de llegar a la salida se desvía por el corredor derecho y llega hasta el
fondo. Toca la puerta.
Hombre: Hermana
Antonia…¡Hermana Antonia! Por favor, abra la puerta, es necesario que la vea.
La mujer no responde. La puerta se abre sutilmente.
Hombre: Hermana,
hermana…
Mujer2: Por
favor, retírese. No es necesario que me vea, ya es suficiente con que Dios lo sepa.
Hombre: Le
recuerdo que soy el representante de nuestro Santo Padre, y la persona que
encabeza este convento, así que es mi responsabilidad velar por su salud.
La mujer voltea su rostro hacia el hombre que
agacha la cabeza evadiendo su mirada, no se ve su figura.
Mujer2: Padre,
¿es posible que crezca?
Hombre: No en
este convento.
Mujer 2: No me
haga eso, por favor, será un secreto.
Hombre: Bastantes
secretos tenemos ya como para celebrar sus caprichos, conoce usted muy bien las
reglas.
Mujer2: He
pensado en algunos nombres.
Hombre: Por
Dios, ¿qué dice? se ira de aquí en cuanto nazca.
Mujer 2: Nos
iremos.
Hombre: Se irá
él solo. Ya sabe cómo debe ser.
Mujer
2: Se llamará Jonás
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